En teoría es “solo” una serie de niveles donde tienes que encontrar la clave para pasar al siguiente. En la práctica, se convierte en una pesadilla deliciosa de lógica, observación y creatividad. El juego mezcla HTML, imágenes escondidas, pistas en el código fuente, trucos de audio y hasta conocimientos de criptografía.
En 2010 el récord es brutal: apenas unas pocas personas en todo el mundo han llegado al final. Y no exagero, el propio creador afirma que de más de 13 millones de jugadores, solo unos pocos cientos lo han terminado.
Lo empecé por curiosidad, y ya me atoré en los primeros niveles. No es como los juegos de Facebook: aquí no basta con hacer clic, tienes que pensar fuera de la caja (y a veces fuera de la ventana del navegador).
¿Vale la pena? Sí, si te gustan los desafíos que no regalan nada. ¿Frustra? También. Pero justo por eso engancha. Y aunque probablemente no llegue nunca al nivel final, cada vez que resuelvo uno siento esa pequeña victoria geek que solo internet sabe dar.
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